Léale a su hijo acerca de la COVID-19 (temporarily unpublished due to 504 timeout; removed first image))
Extraño todo de la escuela, incluso las dos horas de caminata para llegar allí. Me paso los días ayudando a mamá mientras mis hermanas juegan. Mantenerme ocupada me ayuda distraerme del hambre. Intento escuchar las lecciones de la escuela en la radio cuando mi papá no está en casa.
Hoy escuché a papá decir que tal vez ya no me deje volver a la escuela. Mi hermana mayor se casó a los doce años. Yo sólo tengo once, pero sueño con ser maestra. Necesito regresar a la escuela.
Estoy preocupada por mis hermanitas, y también por mi futuro.
Mi maestra, Amina, llega a mi casa con dos hombres que nunca he visto. Traen con ellos una caja de comida para nuestra familia.
Mi mamá nos lleva a mí y a mis hermanas afuera a buscar agua. Nos dice: "Vamos a quedarnos aquí un rato; ellos necesitan hablar con tu papá."
Los tres pasan mucho tiempo hablando con mi padre. Me pregunto de qué tanto le dicen.
Papá me lleva aparte para decirme: "He decidido que regresarás a la escuela". Y continúa: "¿Puedo ver cómo enseñas algo de matemáticas a tus hermanas?"
Estoy muy emocionada explicando las maravillas de los números a mis hermanitas. Incluso mamá y papá deciden participar.
Creo que me convertiré en maestra. Ahora que he encontrado esa sensación suave y calientita dentro de mí, me como mi pedazo de chapati y sueño con mi futuro.
Estamos en casa todo el tiempo. No es fácil. Trato de seguir el ritmo del "aprendizaje a distancia", que es como mi maestra llama a nuestras lecciones en la computadora, pero a veces me distraigo.
Nico y Felipe, mis hermanitos gemelos, lloran mucho. Papi se vuelve loco. Se enoja y le grita a mamá. Odio cuando esto sucede.
Mamá dice que papi está preocupado por su negocio. Trata de consolarme diciendo "Todo volverá a la normalidad, y estaremos bien una vez que esto pase". Espero que tenga razón. Mi familia ya no es la misma.
Cuando el abuelo llama al día siguiente, estoy distraída. Temo que pueda escuchar llorar a Nico y Felipe, y la voz fuerte de papi en el fondo. el abuelo me pregunta, "¿Qué te pasa, Gaby?"
No me aguanto y le cuento que mis papás están estresados y que pelean mucho. Los gemelos lloran todo el tiempo. Ya no hago galletas con papá. Extraño el olor. Echo de menos caminar con él bajo los árboles de Jacaranda mientras le cuento cosas de la escuela y comemos nuestras galletas reciénhorneadas.
El abuelo dice: "Gaby, tengo una idea para tu proyecto de clase. ¿Por qué no escribimos la historia de cómo han sido estos días para ti? Te ayudaré con tu escritura y tú puedes hacer los dibujos".
“Llamó tu abuelo,” Dice mamá. Me abraza y susurra: "A tu papá y a mí nos encantaría ver tu historia."
Cuando termino de leérselas, ellos permanecen sentados, en silencio. Papi se inclina hacia mamá, le dice "Lo siento", y la abraza. Luego voltea hacia mí y con una gran sonrisa pregunta: “Gaby, ¿por qué no horneamos unas galletas?”
Cantando y horneando, me siento otra vez yo misma. Percibo un calorcito suave en mi pecho, y decido compartir mi historia con mi maestra y compañeros en nuestra próxima clase.
Han pasado unas semanas desde que comenzamos a aprender desde casa. Mi maestra se aseguro de que trajera mis libros y todas mis cosas a casa, incluyendo mi violín, antes de que la escuela cerrara. Ha sido dificilísimo Además, la abuela ha estado muy enferma. Puedo ver que mis papás están preocupados. Yo también lo estoy. No podemos visitar a la abuela. Me siento muy triste. Me cuesta expresar mis sentimientos, y es que no quiero molestar a mis padres.
Vivimos en un pequeño apartamento, y aún así me siento solo, como que no soy el de siempre.
Recibimos una llamada para informarnos que la abuela se ha ido. Así sin más. Ni siquiera pude despedirme de ella.
Nuestra vecina, la señora Rossi, llama. "Supe la noticia, Alessandro. Lo siento tanto." Me quedo callado, no estoy seguro qué debo decir.
La señora Rossi continúa: "No olvides tu violín, Alessandro. En estos tiempos, puedes expresarte a través de tu música." Le agradezco su llamada y colgamos.
Miro mi violín por un largo rato, y finalmente me atrevo a tomarlo. Al tocar, me siento liberado, mientras las lágrimas cruzan mis mejillas. Mis padres me miran, sonriendo.
Mis papás me dicen que a la abuela siempre le gustó escuchar mi música, y que debería salir al balcón para tocar hacia el cielo.
Salgo una tarde y comienzo a tocar. Para mi sorpresa, otros vecinos salen y también tocan sus instrumentos, y la gente comienza a cantar.
Me siento yo mismo otra vez. Con esa sensación dulce y cálida en el alma, espero que la abuela pueda escucharme.